Los Lovera están cansados y necesitan que los escuchen con humanidad
Carlos Lovera vive con sus padres en Colonia Celina y es el que habla con el dueño del campo vecino, con el arrendatario (y el hijo desafiante), con la Policía, el fiscal, los médicos y cuando puede cuida los animales que quedan, levanta alambrados y arreglas los motores de los tractores para cobrar el dinero necesario para subsistir.
El hijo de los Lovera tiene 46 años y pide dignidad para su mamá, Marta Isabel Tossolini y el papá, Justo Bernardo Lovera. Los dos tienen serios problemas respiratorios, Don Lovera que espera cumplir 83 años en diciembre sufre de los pulmones y está enojado con toda la situación. Su compañera, a los 75 años, le quedaron las secuelas de las fumigaciones. A los pocos días que pasa el mosquito se le cierra el pecho, le salen llagas, se le seca la garganta y pierde la voz.
En el encuentro con los periodistas en la casa de los Lovera, la que se animó a recordar la tragedia familiar fue Miriam Raquel Álvarez de Lovera, la señora de Carlos, que conteniendo la emoción se fue hasta el 2012, cuando su cuñada, el esposo y los sobrinos murieron en un trágico accidente automovilístico en El Palenque. “Ellos no dan más”, dijo sin mirar a sus suegros que permanecían sentados porque tienen dificultades para respirar.
Don Lovera andaba bien hasta que tuvieron el problema con los fumigadores y los policías.
Con el cuerpo
Marta Isabel Tossolini de Lovera repite que a sus 75 años está cansada de los corticoides que le aplican para calmar las reacciones alérgicas que padece desde hace más de 20 años y que hoy ya se volvieron crónicas.
La primera semana de julio Doña Lovera vio venir el tractor, caminó los 50 pasos hasta la calle de tierra y se le paró poniendo el cuerpo para detener la caravana fumigadora. Su compañero de toda la vida les avisó que “si la tocaban” iban a sufrir las consecuencias. Así subió la escalada de violencia y terminaron en la comisaría de la Colonia. A los dos días llegó el dueño del campo, el arrendatario y unos 12 uniformados aseguraron la aplicación.
Un par de semanas después, cuando el hijo de los Lovera llevó a su papá al centro de salud de Sauce Montrull por los problemas respiratorio se encontraron con la Asamblea Vecinalistas por el Ambiente y la Salud de la Cuenca Las Conchas. Carlos, lo miró a Don Justo y le dijo: “Viejo no nos vamos más de acá, está lleno de gente”. Se quedaron escuchando la disertación de un ingeniero agrónomo porque estaban hablando de los problemas que padecen ellos desde mediados de los 90.
Cuando los integrantes de la Asamblea escucharon el sufrimiento de los Lovera decidieron convocar al cónclave que se realizó el viernes en la sede de la Junta de Gobierno de Colonia Celina. Después de compartir posturas con funcionarios y policías, los vecinos realizaron la convocatoria a los medios.
UNO llegó hasta el campo que se encuentra tomando la ruta 12 para escuchar la versión de la familia que vive en la casa desde 1944 cuando nació Marta Isabel. “Acá vivían mis abuelos”, refuerza Carlos que conoce cada metro del campo, sabe de vientos, de olores y de venenos.
“No hay más pájaros, colmenas, lechiguanas: el camatá, ‘la avispa colorada’, hace años que murieron porque no hay florcitas. Cuando venía la primavera había hasta 20 o 30 liebres. Quedan tres teros y una lechuza», coinciden los cuatro adultos que viven en la casona en donde no hay niños.
Fuente: UNO